Es un hecho incuestionable que la universidad está en crisis. En plena eclosión de la economía digital, el sector educativo ha tratado de subirse al tren de la innovación pero siempre con un pie en la tierra. Como en toda crisis, las tornas pueden cambiar y atisbarse una oportunidad importante para cambiar en el horizonte cercano, para edificar sobre lo que es y no sobre lo que podría haber sido.
La digitalización del mundo universitario no ha sido planificada, ni integral ni eficazmente. Ante la avasallante ola digital, la gran mayoría de las universidades han empleado las tecnologías como pequeños parches o de cara a la galería. Ahí está el error.
¿Qué es transformación digital?
La universidad, luz ilustrada y ámbito eminente de innovación, no puede recoger las migajas que la economía digital va dejando. Transformación digital no es que las calificaciones se puedan ver en el móvil, ni que un par de profesores entreguen los apuntes en un formato digital. Eso no arregla el problema de fondo: la estructura burocrática infinita, la mentalidad del profesorado, la forma de enseñar, las materias enseñadas, ni las consecuencias de todo lo anterior, es decir, si los propios recién graduados tienen hueco o no, tras su paso por la universidad en una economía como la actual.[/vc_column_text][gem_quote]Las universidades no saben o no quieren cambiar. Es la constatación de una muerte anunciada. La universidad se extinguirá ella sola.[/gem_quote]
La educación virtual de calidad es mejor que la tradicional. Lo que ocurre es que la inmensa mayoría de las universidades sigue ofreciendo experiencias virtuales de muy baja calidad. Y es fruto de que la apuesta de la mayoría de las instituciones educativas superiores ha sido permitir el online como guiño a la innovación, pero seguir apostándolo todo al modelo tradicional presencial, que todos sabemos que ya no funciona -si es que en algún momento pasado, llegó realmente a funcionar.
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